sábado, 11 de julio de 2009

Tocando suelo.

Escribo esto desde un portátil que no es mi ordenador personal, en una terraza que no es la de mi casa habitual (vamos, ni es mi casa), en un pueblo –turístico- que no es el mío y frente a un mar que este si, es el mío de toda la vida.

Hace menos de dos semanas, estaba enamorada de un hombre con quien esperaba tener un futuro común y que era mi vida. Por el cambié de hábitos y de vida. Dije no a cosas a las que a lo mejor debí decir si, dije si a cosas a las que debí decir no. Construí un sueño o una fantasía y la viví intensamente, apurándola tres años. Vamos a ver, no me quejo. Creo que jamás volveré a vivir un amor como el que sentí, creo que muy pocas veces a los cuarenta se siente exactamente el mismo amor gozoso exaltado y feroz que a los quince y yo lo he tenido. Tampoco creo que jamás encuentre a una persona que se ajuste tanto a mis creencias, a mis apetencias, a mis gustos y a mis deseos. Todo eso lo he tenido y lo he vivido, yo, a tope como debe ser. De la misma forma que no sé lo que él podía pensar estos últimos meses en que aparte de mi tenia otra relación, yo si sé es que por muy mentira que fuera, hay una parte de verdad que he paladeado, disfrutado y vivido como una loca. Mi parte, la del mis sentimientos y la de mi entrega era cierta. Que luego eso pudiera concretarse o no en una vida real a lo mejor fue algo que falló. A lo mejor hubo un momento justo en este amor en que uno de los dos, o los dos debimos tirar para adelante y forzar a ver si el sueño que manteníamos entre nosotros daba para una vida. Yo sé que no lo hice porque me aterrorizaba perderlo, perder lo que teníamos, el universo seguro y personal que habíamos creado. Temía no estar a su altura, desengañarlo. Temía que me odiara, o temía que se alejara de mí y no volver a saber de él. Supongo que a él le pasaba lo mismo, que temía forzarme y que yo le dijera que no. (Y también entiendo sus últimos meses, reacio a hablar hasta que no ha tenido más remedio, no por gusto sino por necesidad). Sea por lo que fuera, el amor maduro se pudrió en algún momento, que yo no supe ver y él no supo arreglar y se perdió.

¿Significa que no ha sido real? Significa sólo que el amor adolescente se ha muerto. Que pase lo que pase, jamás será (ni sería) ya lo mismo. Aparte de mi amante perdido, mi corazón llora por ese amor que se perdió, ese amor de sacrificio sin saberlo, de tardes metida en casa diciendo no a lo que no fuera él, de relaciones que se han esfumado y de vidas que han cambiado (algunas irremediablemente) por nuestras acciones. Tantas veces le dije que no podía ser lo nuestro que posiblemente no ha podido ser por una especie de karma anticipado. Al final yo tenía razón (y lo siento), y no ha llegado a ser lo que queríamos. ¿Ha sido todo mentira? No por mi parte. ¿Ha sido todo verdad? Tampoco creo que podamos decir esto. Digamos que como todo entre nosotros ha sido especial. Yo empecé mal y lo he llevado arrastrando todo este tiempo, él lo ha terminado mal y me temo que lo arrastrará a partir de ahora. Los dos hemos fallado y los dos hemos pagado por ello. Dejémoslo así.

Y no quiere decir con esto que lo quiera menos, que mi amor se apague. No quiere decir que no lo siga echando en falta, que mi vida no tenga aún sus marcas especiales. Durante mucho, mucho tiempo, mi alma va a seguir echándole de menos, eso no cambia. Pero por primera vez desde que ocurrió todo veo con perspectiva y hoy, sin dolor. Lo que fue, fue. Y fue perfecto mientras duró, al menos para mi. No sé si en su caso fue mentira, ni me interesa saberlo. El librará sus propias batallas, arrastrará sus propias penas y sus victorias. Yo ya no puedo ayudarle en eso.

Yo tengo mis propias batallas, mi vida pequeña, mis esperanzas. Tengo una nueva mano que jugar. Mi baraja no es nueva, algunas cartas son de mazos antiguos, otras se han perdido por el camino y no va a ser posible recuperarlas. Pero sé que alguna vez querré volver a empezar el juego, a pedir que empiece la partida y que rueden las cartas. Hoy aquí, desde esta terraza fantástica, en una casa que no es la mía, frente al mar que siempre me acompaña, miro la partida desde la barrera. Tal vez mañana esté otra vez rota de dolor y de desesperanza. Pero hoy solo veo el mar, el sol y la playa.

Sí, soy mucho, mucho más fantástica que hace tres años. Soy mucho más sabia. He amado locamente y he perdido. He mejorado y ahora sé que soy capaz de lo mejor y de lo peor. Soy capaz de lo que sea (de cualquier cosa) por amor. Incluso de perder a mi amor. Y eso es algo que no sabia hace tres años.

Hoy soy yo. Hoy lo veo claro. Y después de lo que ha pasado, estoy en paz.

2 comentarios:

  1. ... estás en el buen camino. Lo presiento en tus letras. Excepto en la parte que dices que "jamás volveré a vivir un amor como el que sentí". Pienso que -es verdad, ninguno es igual al otro- los que tengan que venir, pueden ser, peores, parecidos o por qué no, mejores. Y si me apuras mucho mejores. Sólo es cuestión del acontecer. Mientras, vive la vida - como diría Gala "urgente y transitoria, muda la meta de tu trayectoria"-, que para padecerla ya tendremos tiempo. Sonrie, hoy es el día cero a tu nueva vida, y aunque te parezca que las cosas son a peor, el tiempo se empeñará en demostrarte lo contrario, y al final, tú lo verás, nosotros lo veremos. Besos.

    ResponderEliminar
  2. Bravo bravo bravo, a mí llegar a esa conclusión me costó meses, y tú ya la tienes, así q ánimo q vas bien, pero estoy con Sega no digas q no volveras a sentir igual, pq aunque no será igual, no tiene pq ser peor, yo hace poco me miré en otros ojos y vi q si bien no eran los de mi amor perdido, eran unos ojos que me hacian sentir tanto.. Así q tranquila y vive.. Besos http://curandoelcorazon.blogia.com/

    ResponderEliminar